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CACHIPAY

OCTUBRE 2024

La Universidad de Los Andes me invitó a dar un taller intensivo para aprender a identificar, recolectar y procesar arcillas en Cachipay, Cundinamarca. Este territorio está rodeado de montañas y mucha agua. Su ecosistema es un bosque andino con predominio en fincas sembradas en frutales, café y flores. La finca en donde nos alojamos históricamente cultivó, procesó y distribuyó café. Durante 4 días, con estudiantes de Artes del pregrado y maestría, nos reunimos a profundizar en la teoría de los suelos y las arcillas, para convertirlas en cerámica. Experimentamos con arcillas del territorio y otros materiales del lugar en relación al fuego. También, construimos un horno efímero de papel y fique, para quemar las piezas que hicimos con las distintas arcillas que encontramos. Este proceso, le da a los estudiantes las herramientas para replicar esta búsqueda y experimentación donde sea que se encuentren con el material.

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Generalmente, los cuerpos de  agua son un buen indicador de la existencia de arcilla, pues el desplazamiento que hace el material a través del agua, deja sedimentos en el lugar. La primera arcilla la encontramos en la orilla de una quebrada. Esta era una arcilla amarilla, muy lisa y limpia, que inmediatamente nos dio la sensación de que sería un gran cuerpo para modelar y quemar. Más adelante, nos encontramos otra al borde de una carretera que había sido excavada. Esta era mucho más pedrosa y tenía un aspecto más rojo, con pistas de que su contenido de hierro era mayor. Finalmente, encontramos una arcilla más negra y más limosa, que aunque tenía menos estructura al armarse, se dejó construir y quemar perfectamente.

En grupos, algunos de  los estudiantes procesaron en seco y en húmedo las distintas arcillas. Otros, fuimos construyendo la estructura del horno de papel y fique, con las varas caídas de un gran guadual de la finca, armamos su esqueleto. Luego, fuimos cubriendo la estructura de palos dándole vida al horno efímero que albergaría el fuego para transformar las piezas. Para ello, usamos unos costales de fique que tenían en esta finca cafetera, y un poco de papel periodico reciclado. Con la barbotina que algunos de los estudiantes prepararon, cubrimos estos materiales para darle mayor resistencia al cuerpo del horno.

Generalmente, los cuerpos de  agua son un buen indicador de la existencia de arcilla, pues el desplazamiento que hace el material a través del agua, deja sedimentos en el lugar. La primera arcilla la encontramos en la orilla de una quebrada. Esta era una arcilla amarilla, muy lisa y limpia, que inmediatamente nos dio la sensación de que sería un gran cuerpo para modelar y quemar. Más adelante, nos encontramos otra al borde de una carretera que había sido excavada. Esta era mucho más pedrosa y tenía un aspecto más rojo, con pistas de que su contenido de hierro era mayor. Finalmente, encontramos una arcilla más negra y más limosa, que aunque tenía menos estructura al armarse, se dejó construir y quemar perfectamente.

En grupos, algunos de  los estudiantes procesaron en seco y en húmedo las distintas arcillas. Otros, fuimos construyendo la estructura del horno de papel y fique, con las varas caídas de un gran guadual de la finca, armamos su esqueleto. Luego, fuimos cubriendo la estructura de palos dándole vida al horno efímero que albergaría el fuego para transformar las piezas. Para ello, usamos unos costales de fique que tenían en esta finca cafetera, y un poco de papel periodico reciclado. Con la barbotina que algunos de los estudiantes prepararon, cubrimos estos materiales para darle mayor resistencia al cuerpo del horno.

Una mañana visitamos el taller de Jose Darío, un amigo ceramista quien años atrás, había sido mi profesor de esmaltes. Él y sus socios montaron un taller de vajillas, en las montañas cercanas a la finca donde nos estábamos hospedando. Caminamos hasta allá, por entre las lomas y quebradas aledañas y cuando llegamos, nos dio un recorrido por su taller, explicandonos cada parte del proceso de producir vajillas. Visitar y conocer otros talleres productivos nos permite entender las distintas maneras de aproximarnos al oficio y entender cómo pueden resolverse los distintos pasos del proceso. 

 

Después de 5 horas de darle fuego al horno y ver cómo nuestras piezas se transformaban en él, esperamos toda la noche a que se enfriara para poderlas recoger. Al otro día, entre las cenizas, recuperamos las piezas que quemamos, encontrando resultados muy satisfactorios.

En este tipo de encuentros, se abren espacios de interacción entre la naturaleza de un territorio, su conocimiento, la experimentación con sus materiales y la posibilidad de usarlos para inspirar futuros proyectos. Además se comparten experiencias de vida que alimentan la forma en que nos relacionamos con los demás. 

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